El famoso “Contact Man” suizo, Billy Meier es muy discutido por los ovnílogos. Pero la riqueza informativa que tienen los hechos narrados merece el conocimiento público; por ello nuestro deber periodístico es publicarlos para que cada uno saque sus conclusiones.
En un lugar llamado Hinwell, territorio de Suiza, el día 28 de febrero fue bastante diferente para uno de sus habitantes: se trata de Billy Meier. Son las 14 horas y el clima es bueno en esos momentos. Pero Billy va cruzando un amplio camino cuando “necesita” detener su coche, esperar dentro son moverse demasiado y luego, recién lentamente comienza a recorrer el paisaje que lo rodea.
Andando, entre los primeros árboles de ese lugar tan espectacular por su belleza, se da cuenta que comienza a sentir un extraño temor, aunque no consigue explicarse por qué... y de pronto, todo cambia, la zona varía. Se transforma y el protagonista ya no ve su coche con nitidez ni los árboles cercanos. Tiene una sensación inexplicable, demasiado extraña y él sabe que nunca se ha sentido así.
Todo dura un segundo o menos. Atónito, ante la renovación del escenario, comienza a escuchar un zumbido penetrante, profundo, bajo. Evidentemente no es como los ruidos que Billy está acostumbrado a escuchar. Casi se desespera por saber su origen, el lugar de dónde proviene el ruido que le parece un silbato; de pronto descubre que el sonido proviene de una nube no muy lejana. También lo acompaña un intenso escalofrío y transpiración. Algo nervioso y jadeante lo invade.
Ciertamente, a los pocos instantes se tranquiliza y ya no siente miedo. Ahora se encuentra más animado. Mira y ve algo. Es un objeto plateado, de forma discoidal que calcula medirá unos siete metros de diámetro. No ve puertas ni entradas a primera vista.
Billy Meier lleva una cámara fotográfica y esta vez será útil, aprendiendo a ver esa necesidad realmente. Apunta hacia el objeto estacionado y dispara varias tomas seguidas. Su miedo se ha convertido en cierta excitación y sin saber por qué marcha directamente hacia la nave que espera estacionada en el mismo lugar, bajo un manto de silencio.
Sabe que está cerca y quiera verla mejor. Pero rápido una luz tenue, pero real e invisible casi lo separa y paraliza, mas allá no debe acercarse. Esta red, que no ve, tiene una fuerza superior, por lo que el testigo queda de pie, inmóvil y en su lugar. Tampoco en esta situación; Billy debió esperar mucho tiempo. Ante sus ojos atentos se presentan dos humanoides. Meier ya casi no logra creer lo que sus sentidos le indican. El choque emocional es fuerte y lo sacude de su realidad normal.
